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Julio
Anguita ha sido y es uno de los políticos más respetados en España, desde que
en este país el pueblo tiene el poder de elegir a sus gobernantes. Su sabiduría
y el ser consecuente con sus palabras dieron sus frutos en las elecciones de
1993, en las que el partido que él lideraba, Izquierda Unida, consiguió más de
dos millones de votos, un resultado que hasta el día de hoy ha sido insuperable
para esta fuerza política.
Sin
embargo, hoy, escribo este post para hablar de un Julio Anguita diferente, un
hombre que ha caído en las redes del populismo y del discurso fácil, donde dice
lo que todo el mundo quiere escuchar. Un
discurso sin sentido económico ni común, salvo por ciertas partes en las que
toda la población coincide, como puede ser el rechazo a la corrupción o el
malestar que provoca ver como el dinero del contribuyente se usa para recapitalizar
bancos que se encuentran descapitalizados por méritos propios. El resto de las
propuestas de Anguita no hay por donde cogerlas (Aquí puedes leer todas sus propuestas), sus propuestas pueden tener algo de sentido en un contexto económico totalmente opuesto al actual, un panorama en
el que las empresas obtuviesen beneficios, el Estado ingresase más de lo que
gasta, es decir, cuando el ciclo económico fuese expansivo y no recesivo como
ocurre ahora.
Salario mínimo
interprofesional
La
primera propuesta de Anguita consiste en incrementar el salario mínimo
interprofesional hasta los 1.000 euros, desde los 641,40 euros actuales. Se
trata de subir el salario mínimo un 56% de un día para otro. Cada día vemos
delante de nuestros ojos como cierran pequeñas y medianas empresas porque no
pueden soportar la caída del consumo, porque no pueden afrontar los
vencimientos de sus créditos y no pueden seguir pagando a sus empleados. Por
eso, la primera consecuencia de esta medida sería el cierre inmediato de miles
de empresas y la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo. Por
desgracia, el mercado de trabajo se comporta, como su propio nombre indica,
como un mercado, con su oferta y su demanda. La demanda está formada por la
necesidad de trabajadores de las empresas, mientras que la oferta está
compuesta por todos los trabajadores que quieren trabajar. El precio es el
salario ofrecido por el demandante o empresario al trabajador. Ahora, la oferta
son los más de 5 millones de parados que hay en España y la demanda son las
nulas necesidades de las empresas de contratar factor trabajo. Ante este
panorama, para que la oferta y la demanda volviesen a encontrarse en el punto
de equilibro se debería producir una corrección a la baja del precio (salarios),
por desgracia.
Si
miramos al pasado reciente, uno de los principales problemas que ha tenido
España durante los años de bonanza fue el fuerte incremento de los costes
laborales unitarios (CLU) respecto a los países del núcleo de Europa y del
norte. Los CLU se definen como el coste laboral total (salarios) dividido entre
el valor de la producción, es decir, lo que el empresario paga al trabajador
por cada unidad producida. En España los CLU han crecido mucho más deprisa que
en la mayoría de los países de la eurozona, como consecuencia de aumento
continuo y prolongado de los salarios sin el correspondiente incremento de
productividad. Esta situación ha derivado en la pérdida de competitividad de
los bienes y servicios producidos en España.
Como
se puede observar en el gráfico, mientras que en España y Portugal nos
dedicamos durante los años de expansión a incrementar salarios, en Alemania prefirieron
usar los beneficios para mejorar el rendimiento de las empresas, mejorar la productividad,
crear mejores bienes y servicios manteniendo la estabilidad de precios en su
economía (la inflación en Alemania fue muy inferior a la de los países del sur).
Gracias a este tipo de políticas y formas de actuar del empresario y el
trabajador alemán, el país germano tiene un inmenso superávit por cuenta
corriente, Alemania tiene la capacidad de financiar todos nuestros excesos. Por
contra en España, al afán por distribuir beneficios y elevar salarios nos ha
llevado a un creciente déficit por cuenta corriente, que llegó a su punto más
álgido en 2007, alcanzó el 10% del PIB. Todos los incrementos de salarios se
terminaban trasladando a precios, el consumo crecía y ante la baja
productividad y competitividad española casi todos los bienes se importaban del
exterior, agrandando las necesidades de financiación de España y la deuda externa del país, que hoy es uno de los lastres que impide que la economía
española se recupere.
Elaboración propia con datos de Eurostat |
Por
eso, creo que lo último que se debería hacer en España es un aumento de los
salarios. Como dice el responsable del Gabinete económico de CCOO y gran
profesor de la URJC, Miguel Ángel García, ahora es el momento de moderar los
beneficios distribuidos (dividendos, bonus a ejecutivos, gestores, etc.) y
salarios, para lograr un descenso o crecimiento inferior de los precios de los bienes y servicios producidos en España,
respecto a los precios de nuestros principales socios comerciales de la zona
euro, con los que compartimos el 67% del comercio total. Además, sería
conveniente aprovechar ese incremento de los beneficios no distribuidos para
conseguir un mayor valor añadido de nuestros bienes y servicios. Con estas
actuaciones, lo ‘made in Spain’ ganaría cuota de mercado tanto en España como
fuera, creando puestos de trabajo y tirando delo PIB español.
Como
se observa en el gráfico, con la llegada de la crisis económica se están
reduciendo los costes laborales unitarios a marchas forzadas, a la vez que la
productividad crece más rápido que en cualquiera de los últimos doce años. Pero
este proceso se está produciendo como consecuencia de la caída de los ocupados,
es decir, con menos gente trabajando se intenta mantener el nivel de
producción, cada trabajador produce más, pero no por una mejora tecnológica o
de otro tipo, que sería el crecimiento sano de la productividad. Ahora lo
decente por parte del empresario sería obedecer al ministro De Guindos y disminuir las propias retribuciones de los empresarios y las de sus consejos de administración. En estas circunstancias
todos tenemos que arrimar el hombre por igual, incluso los que viven en una
posición más desahogada deben hacer algo más que el resto.
Sólo
hablando de la primera propuesta de Julio Anguita he ocupado el espacio del
post de hoy, si no ocurre nada de tal relevancia que me obligue a comentarlo,
el próximo post estará dedicado al resto de las propuestas de Julio Anguita,
entre las que hay algunas que tienen mucho sentido y otras que no tanto.